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Es una de las sensaciones que mejor recuerdo. Era de noche, para ellos la hora de cenar aunque en España fuese más bien la hora de merendar. Llovía, llovía mucho. Estábamos cansadas, muy cansadas. Hacia frío, mucho frío. Pero algo nos llevó por esa calle en busca de un sitio calentito, para descansar, cenar, hablar, hacer balance del día, repasar las fotos conseguidas, preparar los planes para el día siguiente y de repente apareció. En una de esas calles estrechas, llenas de cervecerías y restaurantes SteakHouse estaba este oasis. No sé si fue lo bien que olía, o el hambre que teníamos, o la terraza con mesas y sillas de madera blanca, o las velas desafiando al frío, o la luces de verbena por encima de las poquitas mesas de la terraza. La verdad es que quizá no fue nada de eso y solo fue la bendita casualidad del turista que no sabe por donde va hasta que un lugar mágico como este te sorprende.
En ese momento justo supimos que ese sería nuestro lugar para la cena. Entrar solo mejora tus expectativas. Un lugar pequeño pero lleno de encanto. Suelo de madera, paredes de ladrillo blanco, mesas de madera acompañadas de una perfecta decoración que se volvía exquisita con las velas. La temperatura perfecta, una cristalera enorme desde la que veíamos llover, un trato envidiable... Después de varios días tuvimos la sensación de trasladarnos a España de nuevo. La tranquilidad que desprende el ambiente que se va creando, la seguridad de que vas a disfrutar, el olor de la comida que te hace viajar a casa de la abuela.
Los datos imprescindibles:
Horario: Todos los días
12:00 - 23:00
La Carta: No sabréis qué elegir.
Reserva: ¡y no te quedes sin sitio!
Pero ¿sabéis cual fue la clave para sentirnos como en casa? Cantar y bailar. Sí, cantar y bailar en un restaurante mientras esperas la comida. ¿Raro? Para los holandeses demasiado, para nosotras fue una de las cosas que hizo de ese sitio un lugar aun más especial. Después de cinco días ¡música en español! Bueno, y en italiano. Y es que su dueña es italiana, y claro, nos entendimos tan bien hasta el punto de bailar a la vez. Sin duda fue un momento realmente especial, esa cena fue la cena. Entre una comida magnifica, velas, copas de vino y canciones llegó el final de un día increíble.
Después de cenar, bailar, cantar y brindar pusimos fin a ese día, sabiendo que volveríamos. Quizá el último día, quizá en el próxima viaje o quizá, en realidad, nunca. Pero si Amsterdam vuelve a aparecer en nuestras vidas, éste será nuestro primer destino. La última mejor sensación fue salir, y con el frío otra vez y con la lluvia resbalando en el paraguas, mi amiga me dijo: "si alguna vez tienes un restaurante, sería como éste." Y probablemente tenga razón.
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Y ahora os estaréis preguntando que qué pasa con la comida. Pues veréis, a veces son la suma de todos estos pequeños detalles lo que te hace sentir especial, como si estuvieses en tu lugar en el mundo, como si alguien te hubiese puesto ese lugar solo para ti por si el destino te lleva, por casualidad, un día hasta él. Aunque sí, os voy a contar el último secreto: la comida estaba demasiado rica. Pero eso os toca probarlo a vosotras, porque estoy segura de que encontraréis este sitio, en una calle perdida. Y cuando lo veáis desde lejos pensaréis "¡ahí!".
Para que no os perdáis...
Dirección:
Leidsekruisstraat 11, 1017 RE
Amsterdam
The Netherlands
info@kukeleku.nl
Teléfono:
020 2371797
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